Feliz cumpleaños, Don Miguel Ángel Russo

Hace frío en Bogotá, es lo normal sobre las 7 de la noche. Ha llovido los últimos
días, pero hoy no, si bien ha habido una temperatura baja, las nubes no han hecho
su aparición sobre el cielo capitalino.

En el estadio Bogotano hay un hombre de pie, es argentino, escucha el himno de
la república de Colombia, está en el banco del costado norte, un lugar desde
donde han dirigido varios próceres del futbol mundial, desde ese mismo sitio
impartió instrucciones uno de sus maestros, Eduardo Lujan Manera.

En las últimas décadas han desfilado por estas sillas hombres de poca o nula
sapiencia que han llevado al fracaso una y otra vez al equipo que ahora y por
fortuna él dirige.

Miguel Ángel Russo sigue escuchando las notas del himno, recuerda la primera
vez que lo hizo. Han pasado 34 años, su equipo, su casa, su Estudiantes de La
Plata, jugaba el triangular semifinal de la Copa Libertadores ante el América de
Cali (el grupo lo complementaba Gremio de Porto Alegre) y ahí estaba él, un joven
de 26 años que cumple el sueño de jugar para su escuadra un torneo
internacional. Empezaban a quedar atrás las noches difíciles junto a su madre y
hermanos luego de la muerte de su progenitor, Miguel no logra recordar a su viejo,
solo siente el vacío que acompaña su existir desde que tiene 5 años.
Es otra época, las condiciones para las mujeres son muy distintas a las actuales,
el pequeño Russo, tuvo que salir a trabajar siendo aún muy niño. “Si te quedás en
casa es un cero, si salís a trabajar es un 1 y 1 es más que cero” le enseñó su vieja
y Miguel nunca lo olvidaría.

Quizás tampoco se vaya de su mente el gol que anotó en aquel triangular ante el
Gremio, gol que sirvió para el empate de su equipo, jugando con tan solo 7
hombres. Un partido que marco su carrera y que es fiel reflejo de la historia copera
que lleva en las venas este señor. El equipo de Porto Alegre terminó por llevarse
el trofeo ese año, pero en el 2007 Miguel tendría su revancha al vencerlo 5 a 0 en
la final dirigiendo a Boca, en el que es hasta el momento el marcador más
abultado en una serie definitoria de Libertadores.

El partido empieza, Millonarios, su Millonarios, porque si algo tiene este señor es
que logra crear una atmosfera de autenticidad, un sentido de pertenencia total en
sus equipos, trae una ventaja de un gol conseguida en el primer encuentro de la
final del futbol colombiano. La tranquilidad dura poco, el rival marca y empareja la
serie. El dt no se inmuta, el sosiego de un trabajo serio y honesto son los pilares
de su vida. Lo aprendió de Bilardo, de Lujan Manera, de su vieja, en sus trece
años como profesional vistiendo la única camiseta de su carrera en Estudiantes.
Es un hombre de equilibrio, jugaba como volante de marca, férreo, áspero,
brindando siempre el balance para su equipo. Y así continuó cuando dio inicio a su carrera de entrenador, transformó a un modesto Lanús que para entonces
deambulaba en la B nacional y sentó las bases de la gran institución que es hoy el
Granate del sur de Buenos Aires.

Es tan particular la historia del hombre de la chaqueta azul, que hay otra hinchada
que lo lleva en el corazón en su natal Argentina, los Canayas de Central lo tiene
como referente, en un momento muy delicado administrativamente para los
rosarinos, estando en segunda división, Miguel tomó el mando del barco, “El
corazón le gana a la razón” dijo cuando asumió y terminó ascendiendo al equipo.
El segundo tiempo corre, y la alegría llega con el empate albiazul. Restan solo 25
minutos para que pueda sumar a su victorioso historial, un trofeo de liga en el
extranjero.

Cinco títulos con equipos argentinos (sumado el último conseguido con Vélez
Sarfield), cinco hinchadas que lo quieren y consideran propio, un caso único, algo
que exclusivamente se puede conseguir con la humildad de aquel que sabe que
solo puede prometer esfuerzo y dedicación.
Restan 8 minutos, el balón transita en la mitad de la cancha y parece estar
controlado el juego. Pero esto es fútbol, hay una falla en la marca y Santa Fe se
pone nuevamente en ventaja.

Parece que la estantería se cae.

Entonces, el 31 de marzo de 1986 llega como un rayo a su cabeza, Calos Bilardo,
su maestro y mentor le comunica que no será tenido en cuenta para el mundial
mexicano. Una lesión sufrida en su propia bañera no lo deja estar en plenitud
física y es apartado del grupo.

¿Qué puede hacer Miguel? Simple, aquello que los hombres gallardos llevan en la
sangre. Va a su nueva casa, donde lo esperan su mujer, que está de cumpleaños
y 30 invitados, los atiende y sabe que al día siguiente hay que seguir trabajando.
Russo no pierde la cabeza, pide calma y paciencia. Tres minutos más tarde el
equipo logra el empate definitivo. Saltos, lagrimas, cantos, sonrisas de tonalidad
azul y blanco en un estadio donde solo se permitió el ingreso de seguidores rojos.
Una copa más a la vitrina, algo diferente esta vez. Miguel siente que su cuerpo
falla, su familia lo sabe, nadie más necesita hacerlo. Requiere una cirugía con
urgencia, le han descubierto un cáncer.

Vendrán meses difíciles, pero Miguel Ángel Russo lleva una vida preparándose
para esto, para ver de frente a la existencia y sus obstáculos, para no dejarse
joder de la enfermedad, para vender cara, carísima su derrota, para soltar frases
del calibre “Esto se cura con amor”.

Este 9 de abril, el hombre de la chaqueta azul, sentado en el banco del costado
norte del Campín, cumple un año más.

La vida, caprichosa, arrogante y divina, lo puso en nuestro camino. Nos dio
felicidad, solo queda pedir lo mismo para él, que su salud prime ante todo y que la
tranquilidad permanezca siempre en sus ojos.

Feliz cumpleaños, Don Miguel Ángel Russo.

Escrito por: @DARIOTOTO15

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