Así conocí mi casa
Por: Santiago Tarazona (@TovarSantiago19)
Comenzó de manera imprevista. Fue antes del mediodía cuando llegó la invitación por parte de mi tío, “¿Santi quieres ir al estadio?” a lo que sin pensarlo dos veces y con emoción plena reflejada en mi cara conteste: sí, claro que sí.
La ansiedad me empezaba a consumir, no sabía qué ropa ponerme, cómo sería el tan famoso Nemesio Camacho “El Campín”, y claro está, con la curiosidad latente al pensar que sensaciones percibiría estando con hinchas que al igual que yo, son de Millonarios.
Desde pequeño recuerdo que me gustaba el equipo azul, en el colegio peleaba con mis compañeros porque Millos era el mejor, no importaba que hasta ese momento no hubiese ido a verlo, solo me importaba el cariño que ya sentía por el club.
Después de un par de horas la bocina de un carro sonó, era mi tío avisando que era momento de partir a lo que sería la pasión más grande de mi vida, cosa que no sabía en ese instante, mucho menos dimensionaba.
En el auto, él, mis dos primas y yo, todos con una que otra prenda azul puesta, listos, preparados y entusiasmados por ver al embajador.
La piel se me erizó -y es que era inevitable- sonaban ya los canticos, los bombos, las trompetas, los redoblantes, todos los instrumentos necesarios para alentar; del mismo modo se escuchaban miles de voces en conjunto, todas con pasión a rebosar.
Había filas alrededor del “Coloso de la 57”, éramos muchos los que ese día íbamos a ver a Millonarios enfrentar al Once Caldas, con paciencia todos logramos entrar, uno a uno.
Occidental, esa fue la primera tribuna que me acogió, la primera en ver mi cara de emoción, mis ojos iluminados y mi sonrisa imborrable.
Desde ese punto mi vida cambió radicalmente, ir al Nemesio se volvió una clase de necesidad y ser hincha de Millonarios me hizo tener un estilo de vida distinto, supongo que era inevitable que sucediera.
Ese 2 de noviembre de 2008, marcó mi existir, fue el comienzo de la historia de amor más importante. Al día de hoy no me arrepiento de ella.