El amor azul en los 90s
Escrito por @DARIOTOTO81
Dicen que el primer amor es el más fuerte, aquel que más se recuerda, permítanme en este caso, disentir. Ya era hincha fiel del azul, había dado, literalmente 2 vueltas olímpicas por mi cuadra en las navidades del 87 y 88, llevando una bandera, para entonces gigante, que envolvía todo el cuerpo de un niño bañado en gloria y felicidad.
Pero luego de 1989 las cosas cambiaron, todos sabemos la razón. Y tuve que ver como quedábamos afuera de la fiesta de fin de año en el 90, algo que jamás había presenciado.
El dinero empezaba a irse de la casa embajadora, parecía que el túnel era eterno y la luz nunca emergería. Las majestuosas contrataciones de antaño pasaban al olvido.
Tal vez por esta razón, el sentimiento tan profundo que experimento cuando recuerdo los pases magistrales y el dominio del balón de Jhon Mario Ramírez, las ganas y el amor propio de Bonner Mosquera, la seguridad infinita que transmitían Oscar Cortes y Osman López (nunca olvidaré ese gol de palomita ante el América en el cuadrangular final del 94), las ráfagas cargadas de velocidad y desborde de Fredy León, la impecable manera de cobrar los tiros libres de Carlos Rendón y la sabiduría con la que en ese momento jugaba, el ya veterano Arnoldo Iguarán.
Mientras los rivales, tenían nombres famosos en sus filas, estos señores, dejaban algo más que el alma en la cancha. Estuvieron 2 veces a minutos de darnos la estrella 14, peleando contra todo pronóstico ante equipos que los triplicaban en valor, solo la esquiva fortuna que nos puso a depender de los clásicos regionales de Medellín y Cali, pudieron privarnos de algo que merecíamos de sobra.
En el ámbito internacional, supieron llevar con orgullo y la tradición correspondiente el nombre de Millonarios, solo un arbitraje, digamos, “cuestionable” pudo dejar por fuera al azul, en la libertadores del 95 ante Atlético Nacional (el día que Aristizábal, confundió la cancha del Nemesio con una piscina olímpica y el juez del partido, que era también de natación le dio un 10.0 y pitó el penal con el que nacional avanzó). Igual suerte se corrió en el Centenario, cuando terminamos jugando con 9 hombres ante el Peñarol de Gregorio Pérez (bueno, esa espinita, creo que ya se sacó y con creces) aquel martes de mayo en el 97.
Se puede perfectamente pasar a la historia, aún sin levantar títulos, pregúntenle a la Holanda de Rinnus y Cruyff, al Brasil de Telé Santana y al Millos de la primera parte de los 90s.
Fueron más que un bálsamo, devolvieron dignidad y el orgullo al seguidos albiazul, nos sacaron a flote cuando el navío se hundía sin remedio.
El amor que más se recuerda, en ocasiones no es el primero, sino el que más nos identifica. Jamás serán olvidados muchachos. Gracias por llevar la camiseta más hermosa del mundo, con respeto, pundonor, sacrificio y gloria.