Después de la pesadilla

Por: Rafael Rojas Cremonesi (@RafaelRojasC)

 

Cuesta mucho recuperarse de un golpe como el sufrido el pasado miércoles, cuando la hinchada de Millonarios en pleno decidió pedir permisos en sus respectivos empleos, mover sus agendas y hacer lo posible e imposible para decir presente en El Campín en horario de matiné.

 

Yo fui una de esas tantas personas que alteraron su horario para acompañar al conjunto Embajador en su búsqueda por la clasificación. La tarde prometía: un sol resplandeciente, la gente acudiendo en masa, un ambiente inmejorable.

 

Poco sabíamos en ese momento que lo que parecía ser un hermoso sueño terminaría como una pesadilla deprimente.


Millonarios salió y parecía que todos los fantasmas que Jorge Luis Pinto y su equipo lograron conjurar durante el semestre (lesiones, inconsistencia en el nivel de juego) salieron a cobrar venganza. Un equipo que se mostró falto de soluciones estaba en la cancha, el mismo que durante todo el semestre inspiró sueños de una nueva estrella entre sus fieles y los comentarios positivos de expertos escépticos.

 

Y no fue. Al final, todos los que nos encontramos en esa tribuna Oriental Central durante un semestre lleno de éxitos, salimos cabizbajos y pensando en qué había ocurrido.

 

Es un golpe duro para cualquiera que se haga llamar hincha de Millonarios, para qué negarlo. Independientemente de todos aquellos que esperaban nuestra presencia para salir a cobrar en la forma de chistes y burlas (algo normal en el ámbito deportivo, especialmente en nuestro continente), lo más difícil de asimilar es que la promesa que el club dirigido por Pinto mantuvo desde el inicio, simple y llanamente, se evaporó en cuestión de 90 minutos.

 

En mi trabajo durante varios años he visto equipos derrotados, abatidos después de haber perdido finales en sus respectivas ligas y torneos internacionales. Ver a los jugadores deprimidos, sin ganas de hablar con nadie, contrarresta fuertemente con aquella idea generalmente difundida que poco les importa perder y que al final, saldrán de juerga a dejarlo todo atrás.

 

A pesar de ello, creo que no había presenciado algo más triste que a todos los hinchas azules que se apersonaron en el Nemesio Camacho la semana pasada, tratando de asimilar el golpe.

 

Una advertencia, sin ánimos de bajar el ánimo a nadie: los días por venir serán complicados. No lo digo por las decisiones que tome Pinto y su equipo, en quienes hay que mantener la plena confianza después de lo ya visto. Rumores volarán por las redes sociales, se leerá lo creíble y lo más inverosímil. Habrá que mantener la cabeza fría.

 

En lo particular, como su compatriota y como alguien privilegiado en presenciar el crecimiento que ha tenido en lo personal y profesional, lamentaré si Wuilker Fariñez termina dejando al club azul antes de iniciarse el venidero semestre. Siempre estuvimos claros que Millonarios es un trampolín para el talentoso guardameta venezolano, que está destinado a brillar en escenarios de mayor renombre. Me alegrará su ascenso en lo profesional, pero me entristecerá que habrá partido sin conseguir esa estrella 16.

 

Si algo he tenido claro desde mi llegada, es que ser hincha de Millonarios no es sencillo y dista mucho de ser un lecho de rosas. Sin embargo, los sacrificios y tristezas se asumen con la esperanza de que las alegrías, cuando llegan, son inmensas e indescriptibles.

 

Como lo fue ese 17 de diciembre de 2017. Y como lo será, más temprano que tarde.

 

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